Uno de los mayores
logros de toda literatura es que hace creíble lo increíble y nos
lleva a la verdad pura por los caminos de la más pura
inverosimilitud.
Denzil
Romero
Recientemente
leí un artículo
del muy respetado librero Rodenei Casares1.
Un interesante texto, con recomendaciones incluidas, escrito para
libreros en tiempos de crisis y escasez, al parecer una de las pocas
cosas que más abunda en nuestro país. Apunta Caseres que años
atrás la industria del libro en Venezuela pasó por una crisis
similar a la actual (aunque sin esa ponzoña de “escasez” entre
pecho y espalda) y que “(...) las editoriales, internacionales y
nacionales vieron una oportunidad en la crisis y apostaron por
comenzar a editar a autores venezolanos.” Esta afirmación llamó
mi atención. Sigue el escritor/librero:
Durante ese tiempo las librerías tomaron otra cara, las vitrinas y las mesas se fueron llenando de libros hechos aquí, por autores de aquí, cosa que era muy difícil que pasara, nunca ibas a ver a un Vargas Llosa al lado de un Federico Vegas, por ejemplo. Antes de eso, los libros iban directo de las cajas a las estanterías. Ni los libreros, ni los editores le dábamos el valor que merecían. La crisis nos puso los pies en la tierra y nos obligó a buscar soluciones.
Aplaudo,
con algo de tristeza, las agallas del librero para afirmar lo
anterior. No debe ser fácil confesar que parte del problema en la
difusión de los escritores venezolanos y la literatura venezolana en
general, viene precisamente de ese escalafón de la industria. Esa
amalgama de editoriales, libreros y librerías. Que lo libreros hayan
tenido una, ínfima, irrisoria, mínima, responsabilidad en la falta
de promoción de nuestra literatura no deja de crear una sensación
de pena, casi de vergüenza. Y que hayan puesto “los pies en la
tierra” por las actuales crisis, mucho más. Y es que no concibo la
idea de que una crisis (como aquélla, como la actual) tenga que ser
determinante para la (debida) promoción de los escritores nacidos
acá. Al menos, por parte de los libreros y sus librerías. Quizás
sea cierto que las crisis engendran oportunidades, pero sigo renuente
a considerar tal correspondencia.
Tomando
la palabra de Casares sobre la poca difusión de nuestra literatura
“antes” de las actuales crisis, atrevo elucubrar otras ideas.
Cada
tanto surge el tema. El de la crisis del libro y literatura
venezolanos. Los diagnósticos que cada generación de escritores (en
su mayoría narradores, aunque algún crítico literario asoma sus
narices o sus opiniones) hace del tiempo que le corresponde, la
circunscribe en este espacio venezolano que, como escribió en algún
momento el escritor y crítico Carlos Sandoval2,
contribuye a crear una especie de sensación insular a esta tierra
firme. Tomo prestado, con el permiso del también escritor y crítico
Luis Barrera Linares, lo que él mismo afirmó en una entrevista, que
la venezolana es una literatura que pareciera sólo aspirar a
“ganarse
la gloria a la vuelta de la esquina”3.
Algunos
autores apresuraron a dar algunas apreciaciones al respecto en estos
últimos años: algunos hablaron de que la literatura venezolana vive
su mejor momento, aunque todavía existen debilidades en la promoción
de la obra y su autor; otros aseguraron lo contrario; unos se
quejaron de los críticos enclaustrados en las cuatro paredes de la
academia, mientras que para muchos el problema parte de la
desconfianza de las editoriales en el escritor venezolano. ¿Y el
talento? Desde que Don Arturo Uslar Pietri afirmó que no se puede
promover una literatura que no tiene un valor en si, nuestros
escritores parecen tomárselo muy en serio (o muy a pecho).
Creo
que el análisis no puede limitarse a un asunto de existencia o
inexistencia de un talento literario en nuestros escritores: es una
cuestión relativa. En cualquier caso, el talento se ve en
individualidades y no en una literatura nacional. Tampoco puede
limitarse a un asunto del otorgamiento o no de un premio o
reconocimiento literario; o a un asunto de venta, de best-seller que
tiene un fin último de ganancias. El asunto no es si las editoriales
desconfían o no de los escritores venezolanos. El tema es, atrevo a
preguntarme, si seguir considerando a la literatura venezolana como
“literatura venezolana”. La editorial española Anagrama, por
ejemplo, no dibuja un marco diferenciador entre el escritor
venezolano Alberto Barrera Tyska y los demás escritores de su catálogo.
Barrera Tyska es un autor más que engrosa la larga lista de
escritores internacionales de esta editorial.
Lo
cierto es que, releyendo lo escrito, las ideas se fueron hacia otro
lado. Hablábamos sobre libreros y librerías y crisis y escasez. Y
pensaba escribir sobre la librería que, en estos tiempos de crisis,
he imaginado abrir como negocio de vida, aún cuando no tengo la
menor idea de cómo montar un negocio ni mucho menos vena de empresario; ni
tampoco sé cómo podría ser librero, así como tampoco sé cómo
podría ser escritor. Quizás, así como me aferro a ser un intento
de escritor, en mi imaginada librería sea también un intento de
librero.
Esta conversa, acaso, prefiero que la dejemos para otro momento.
Esta conversa, acaso, prefiero que la dejemos para otro momento.
1Crisis
vs libreros, Rodnei Casares. http://creativa.sacven.org/?p=6862
2Carlos
Sandoval, Papel Literario, El Nacional, 7/05/05, Pág. C8
3Luis
Barrera Linares: Si los escritores no miran hacia afuera se condenan
a la inexistencia.
http://ficcionbreve.org/luis-barrera-linares-si-los-escritores-no-miran-hacia-afuera-se-condenan-a-la-inexistencia/
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